‘El mundo mágico, tal y como lo conocemos hoy, se apronta a sufrir una transformación profunda y violenta’ –afirmaban los especialistas con acento pesimista la fatídica mañana del 2 de enero de 2051...

... y estaban en lo cierto.

La destrucción de Hogwarts solamente había sido el paso previo hacia un salto mucho más grande. Nadie tuvo duda de ello cuando se hizo pública la noticia de que Clevermont College volvía a caer en manos de Theodore Wothington, el temible mago tenebroso que volvía a reclamar la dirección de la institución, ahora con una fila de seguidores a su haber, un poder inconmensurable demostrado en diversas ocasiones, y un elemento complementario que le otorgaba más ventaja de la que cualquiera hubiese deseado admitir: la piedra de la resurrección. Un objeto famoso y bien valorado en historias, pero que adquirido en la vida real no dejaba de parecer insignificante, al menos hasta que su nuevo dueño hiciera ver al mundo lo valiosa que podía llegar a ser. Porque sería inmediatamente después del asalto al college que haría mención pública de las entidades perversas que podría traer a la vida con solo desearlo gracias a la pequeña reliquia: criminales, asesinos y ladrones del pasado... incluso al mismísimo Lord Voldemort y su despiadado ejército de mortífagos, para terminar de convencer a quienes aún no creían en su omnipotencia. Solamente la sospecha de una amenaza sería justificación suficiente para alentarlo a revivir sin esfuerzos los horrores de un pasado que el mundo mágico se empeña cada día por olvidar... pero bastaría con la espantosa advertencia para frenar cualquier intento de revuelta en su contra...